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jueves, 29 de julio de 2010

Naturismo: Como curar las enfermedades


Como se curan las enfermedades por el Naturismo

 Conceptos que ayudan a entender

El hombre de todos los tiempos, en pos de su felicidad, ha buscado la forma de evitar la enfermedad, y cuando ésta se ha producido, de curarla. Muchos son los métodos terapéuticos que han surgido en distintas épocas y países, pero nos limitaremos a pasar revista a los tres principales: la alopatía, la homeopatía y el naturismo.

La medicina alopática es la que se enseña oficialmente en las universidades y practican la mayoría de los médicos. Su objeto es combatir el síntoma que presenta el enfermo a través de remedios contrarios a su naturaleza (contraria contrariis curantur). Considera a los microbios y virus como causantes de casi todas las enfermedades.


La medicina homeopática, creada por el médico alemán Cristóbal Federico Hahneman (1755-1843), fue una reacción contra la medicina alopática u oficial. Su sistema consiste en aplicar en dosis mínimas (infinitesimales) las mismas sustancias que, en mayores cantidades, producirían en el hombre sano síntomas parecidos a los que se trata de combatir (similia similibus curantur: los semejantes se curan por los semejantes). A pesar del adelanto que significaba para la época, la homeopatía no llenó las aspiraciones de su creador y menos aún las de la humanidad sufriente. La importancia de la homeopatía es haber sido la primera valla contra los desbordes de la alopatía y haber preparado el terreno para el resurgimiento de la medicina natural.


EL NATURISMO MEDICO

Tenemos en fin la medicina naturista o natural, o sea el naturismo médico. Su antigüedad se pierde en la noche del tiempo. El primer hombre, en estado salvaje, andaba desnudo por el mundo y obedecía únicamente la voz que le dictaba su instinto, aún no pervertido por la civilización; gozaba de una salud que podemos llamar perfecta y sólo comparable a la que presentan actualmente los animales salvajes. Como éstos, el hombre prehistórico no conoce más enfermedades que las heridas que recibe en sus luchas. Es dable presumir lo que hacía el habitante de las cavernas para curarse en esos casos. No había antisépticos, ni vendas, ni médicos, ni farmacias.

¿Se encontraría por eso desamparado? De ninguna manera. Estaba la Naturaleza toda para prestarle ayuda. Tenía a su alcance el agua fresca de los manantiales y arroyos para lavar su herida. Después la recubría con el barro de las orillas y finalmente se acostaba, exponiéndose a los rayos del sol. Y lo que es más importante: dejaba de comer, apenas si tomaba unos sorbos de agua. Dejaba transcurrir los días en esa forma y la virtud del ayuno, unida a las virtudes del sol, del agua y de la madre tierra, hacían el milagro de curar sus heridas graves, mejor aún de lo que haría hoy un cirujano de fama con todo su arsenal de instrumentos y drogas.


¿Que sistema terapéutico es ese que empleaba el hombre prehistórico? El natural. ¡Naturismo puro! El mismo sistema que tienen hoy los animales que pueblan las selvas, lejos de asilos, hospitales, manicomios y clínicas. Solo así se explica su salud envidiable.

Desde ya, estamos viendo cuán antiguo es el naturismo. Sus orígenes no se remontan a Kuhne o Kneipp como creen algunos. Tampoco a Hipócrates, como creen otros. Nació con el primer hombre y lo acompañó mientras éste obedeció la voz de su instinto. Pero en cuanto el ser humano empezó a agruparse en tribus y se vieron los primeros albores de la civilización, la inteligencia fue poco a poco desplazando el instinto. 

El hombre deja de obedecer a la voz de la Naturaleza que siempre le ha guiado y se deja llevar por los conocimientos que él y sus semejantes han adquirido; la razón suplanta al instinto y todo pasa por el tamiz de su cerebro. Entran en escena supersticiones, prejuicios y otras fuerzas negativas que anulan la gran fuerza del instinto, oscura pero sabia. Así es como el hombre se aparta de la Naturaleza y por ende, del naturismo.

En toda época hubo hombres sabios que comprendieron los problemas y buscaron soluciones. Antiguamente la sabiduría estaba monopolizada por los sacerdotes y es precisamente en los santuarios chinos, hindúes, caldeos y egipcios, donde se practicaba naturismo médico. Se administraba a los enfermos baños de sol, de aire, de agua, arena, barro y muy especialmente regímenes dietéticos cuya importancia ya se conocía en aquellos tiempos remotos.


El naturismo siguió los vaivenes que los acontecimientos históricos imprimieron a los pueblos, alcanzando su máximo esplendor en la Grecia y Roma antiguas. Aún hoy quedamos admirados contemplando las ruinas de las grandiosas termas y casas de baños, que ya funcionaban hace algunos milenios.


Con el advenimiento de la religión cristiana, el naturismo inicia una era de retroceso. La Iglesia declara a las termas lugares de corrupción y son clausuradas. En la noche de la Edad Media, los médicos se apartan de los sanos preceptos hipocráticos y se entregan a una terapéutica absurda, sin base científica, llena de supercherías y prejuicios. Esta aberración se explica fácilmente, pues la enseñanza de la medicina se asociaba a la filosofía; ambas disciplinas se hicieron puramente especulativas y dogmáticas, como todo lo perteneciente a la escolástica.


Pasando rápidamente encima de los siglos, llegamos al resurgimiento de la medicina natural, que se inicia en el siglo XVIII para continuar en el XIX. Es necesario destacar aquí que no son precisamente los académicos ni los médicos los que tomaron parte en ese movimiento renovador. No podían serlo porque lo aprendido en las universidades bastaba para cerrar su inteligencia a toda idea nueva, manteniéndolos fosilizados en el error.


Los precursores del naturismo contemporáneo han sido en su mayoría personas humildes, a veces sin instrucción, simples artesanos o campesinos. Tenían en cambio grandes dotes de observación, cosa esencial en la medicina. Como su mente no estaba oscurecida por los prejuicios de la escolástica, podían discurrir libremente en presencia de los fenómenos naturales. Exceptuando al médico alemán Hufeland -que llegó a ser profesor de la Universidad de Berlín- casi todos los demás eran empíricos.


Citemos a Hahn, Priessnitz (creador de la hidroterapia), Kuhne, Rikli (creador de la aeroterapia y la helioterapia), el abate Kneipp, etc. Muchos de ellos han publicado obras en que dejaron sentadas las bases del naturismo científico; son páginas que se leen con emoción y respeto, porque en su sencillez -a veces en su rusticidad- se siente palpitar la fibra del genio.


SALUD Y ENFERMEDAD

Antes de exponer como cura el naturismo, debemos fijar los conceptos de salud y enfermedad, ya que los criterios alópatas y naturistas son bastante diferentes.

El hombre es una verdadera trinidad, compuesta de cuerpo, mente y espíritu. El desarrollo y funcionamiento integral de cada elemento, así como la armonía necesaria que debe reinar entre ellos, nos da el hombre integral, el hombre sano. No puede hablarse de salud integral si existen desproporciones entre esos elementos. Tan anormal es el sabio con cuerpo enclenque como el atleta de mente oscura y alma extraviada.


Para alcanzar ese estado de salud integral, son varias las condiciones necesarias. En primer lugar el factor hereditario. Luego están los factores adquiridos por el mismo individuo durante su existencia: medio ambiente, profesión, forma de vida y muy especialmente el régimen alimenticio. No es el caso detenerse en estos aspectos, cuya importancia ha sido más que suficientemente demostrada.


Hablando en términos muy sencillos, podemos decir que una persona está sana cuando esta limpia. Pero no nos referimos solo a la limpieza exterior de la piel, sino muy especialmente a la interior, que se refiere a todos los tejidos y en último término a la sangre. En pocas palabras, un hombre está sano cuando tiene la sangre pura y limpia.


Ahora bien, si la sangre se impurifica, ya comienza el estado de enfermedad. Las sustancias que intoxican la sangre podemos denominarlas “sustancias morbosas”, es decir sustancias que enferman. ¿De dónde vienen esas sustancias que pasan a la sangre? Muchas causas las originan, pero todas se sintetizan en una: la vida antinatural, es decir contraria a las leyes naturales que rigen la existencia humana.


Refiriéndonos a los tiempos que corren, podemos decir que la vida del hombre moderno no puede ser más antinatural: come y bebe en forma irracional, distribuye mal el tiempo para el trabajo y el reposo, se hace esclavo de los vicios, etc. Llevado por un loco afán de progreso mecanicista, ha descuidado todo lo demás, olvidando la máquina más maravillosa de todas: la máquina humana. Y ésta, como es natural, se ha resentido por tantas torpezas cometidas en su contra. Así vemos un número fantástico de enfermos que pululan en hospitales, asilos y consultorios, los cuales se llenan rápidamente, haciéndose necesario crear muchos más. Pero no es así como se resuelve el problema, como no se resuelve el problema de la delincuencia creando más cárceles.

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