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viernes, 11 de marzo de 2011

LA TERAPIA DE VIDAS PASADAS



Dado que en muchos de mis mensajes he mencionado que soy Terapeuta de Vidas Pasadas, y en cierta forma he hecho referencia a estos hechos, creo que es necesario que comente un poco de lo que se trata aquí.

La Terapia de Vidas Pasadas, en adelante TVP, es una terapia del alma, porque nuestros dolores están en el alma y es el alma lo que hay que sanar.

Por medio de la regresión, aclaro que no trabajo con hipnotismo sino con una relajación profunda, lo que hago es traer a la conciencia ese instante, esa emoción que nuestra alma está reviviendo sin que nosotros lo sepamos.

Al hacerlo consciente, podemos revivir la situación original y permitir que esas emociones encuentren salida a través de nuestro cuerpo, experimentando sensaciones órgano-sensoriales, o tal vez, simplemente llorando.

La TVP es una terapia del alma, es la curación por el espíritu. Si examináramos tan solo la vida actual de cada uno, si repasáramos por un instante la vida presente, seguramente encontraríamos infinidad de experiencias que marcaron profundamente al ser humano.

Alguna paliza en la infancia, la muerte de un ser querido, quizás la separación de los padres a edad temprana, tal vez el alejamiento de alguno de ellos, alguna experiencia traumática en la escuela, algún episodio de vergüenza en público, un amor frustrado o una traición amorosa, un quebranto político, y así se puede seguir hasta el infinito.

Una sola de estas experiencias es suficiente para condicionar la conducta de una persona para toda la vida. En la vida de un niño hay decenas de experiencias que nos marcan y que pasan desapercibidas para los padres y aún para él mismo, porque ensayamos mecanismos de defensa para adaptarnos a cada situación traumática.

¿Y qué es un trauma? Simplemente es el recuerdo de un hecho asociado a una carga emocional.

Con el tiempo el hecho en sí pierde importancia, es olvidado, pero la carga emocional permanece intacta en nuestro subconsciente y desde allí pasa a determinar nuestra conducta, nuestra forma de vida y nuestra respuesta frente a situaciones similares.

Cuanto más negamos una emoción, cuanto más la reprimimos y la sepultamos en el fondo de nuestra memoria subconsciente, mayor fuerza adquiere sobre nuestras vidas. Todo esto puede suceder tan solo con un incidente en nuestra vida actual.

Ahora bien, sucede, que a lo largo de nuestra evolución, nuestra alma ha atravesado miles de existencias. En cada una de ellas hubo infinidad de experiencias traumáticas.

Centenares de muertes violentas, desde ser devorado por un animal prehistórico, el cráneo destrozado por la maza de algún guerrero primitivo, quemado por la inquisición, quizás guillotinado durante la revolución francesa, tal vez enterrado vivo en el derrumbe de una mina, ahogado en un naufragio o asfixiado en una cámara de gas.

Una sola de estas experiencias es suficiente para generar fobia, un dolor de cabeza crónico, el temor de hablar en público, de expresar una creencia religiosa o una conducta temerosa y defensiva o, por el contrario, respuestas agresivas y violentas ante la menor oposición. Pero además, estas situaciones se repiten a lo largo de varias vidas y en cada una de ellas se refuerzan más y más.

Otras veces, la muerte fue natural y serena, pero al igual que en nuestra vida presente, ocurrieron miles de incidentes que grabaron a fuego nuestro espíritu, tales como la esclavitud a manos de otros pueblos más poderosos, la persecución religiosa, la tortura, la impotencia frente a una catástrofe, la traición, la mentira, la infidelidad, la culpa, el abuso de poder, el abandono, la castración, el rechazo y miles de situaciones que no necesariamente terminaron con la muerte, pero donde el dolor psíquico fue mucho más intenso que el físico.

A lo largo de estas existencias, vida tras vida, nuestra alma fue evolucionando, aprendiendo, pero al mismo tiempo fue grabando cada uno de estos dolores, cada una de las emociones generadas en eventos traumáticos o significativos.

Así, desde la memoria inconsciente se originan nuestros temores, nuestras creencias, nuestras pautas de conducta, nuestra aversión o atracción hacia determinadas personas o lugares o simplemente una melodía o una comida. Frente a cada situación de la vida cotidiana respondemos de acuerdo a estas fuerzas del subconsciente.

Los sabios hindúes, hace ya mucho tiempo que identificaron estas fuerzas con dos palabras sánscritas: “samskáras” y “vasanas”, impresiones pasadas y tendencias latentes respectivamente.

Estas impresiones y tendencias son residuos de experiencias del pasado que quedaron grabados en nuestra alma y desde allí, determinan la vida de la mayoría de nosotros. Por eso la TVP es una terapia del alma, porque nuestros dolores están en el alma y es el alma lo que hay que sanar.

Conviene recordar, que los griegos llamaron “psique” al alma, de donde deriva psiquis y de allí psicología. Por consiguiente cuando hablamos del estudio de la psiquis estamos hablando del estudio de las enfermedades del alma.

Por medio de la TVP, podemos ir al origen de estos dolores. Podemos ir al lugar y al momento preciso donde se generaron estas fuerzas emocionales profundas. Podemos encontrarlas, identificarlas y liberar Ahora, en este preciso instante, esa energía atrapada, latente, que está condicionando nuestra vida.

Pero no basta con recordar. Para liberar esa energía es necesario vivenciar el hecho que originó esa emoción. Por eso, la TVP es fundamentalmente vivencial e implica poner el cuerpo y sentir vivamente esas emociones que están latiendo en el alma. Por medio de la regresión revivimos lo que sucedió hace cincuenta, quinientos, mil o millones de años.

Para el alma el tiempo no existe, todo está allí, al mismo tiempo. Podemos recordar episodios de nuestra vida presente instantáneamente, sin una secuencia cronológica. También episodios de nuestra primera infancia e inmediatamente algo que ocurrió la semana pasada. De igual forma, están registradas todas las vidas y las experiencias vivenciadas. Estamos viviendo muchas vidas al mismo tiempo.

Frente a cada situación, a cada emoción, nuestra alma está reviviendo la situación donde experimentó por primera o por última vez esa emoción. Reaccionamos en el presente, no de acuerdo a lo que está sucediendo, sino de acuerdo a lo que nuestra alma está reviviendo. Por medio de la regresión traemos a la conciencia ese instante, esa emoción que nuestra alma revive sin que nosotros lo sepamos.

Al hacerlo consciente, revivimos la situación original y permitimos que esa emoción encuentre salida a través de nuestro cuerpo, experimentando sensaciones órgano-sensoriales, o tal vez, simplemente llorando. El cuerpo, la sensación consciente, actúa como drenaje del alma, limpiando, purificando, liberando por fin esas energías enquistadas. Y el alivio que se produce es instantáneo.

Se produce el “insight” (introspección), la iluminación. Súbitamente la comprensión surge en la mente, “ahora entiendo porqué tal cosa y tal otra”. Al otro día, o a la semana siguiente, la misma situación que me generaba angustia o temor, ahora lo veo con otros ojos, respondo en forma diferente, tal vez ni siquiera me dé cuenta que pasó algo, porque esa emoción que estaba reprimida ya no está y mi mecanismo de respuesta se estructura de otra manera sin que yo tenga siquiera que pensarlo.

Actúo de forma libre y espontánea. Ahora puedo ver la situación tal cual es y no como creía que era.

Sinceramente espero que este informe sea de utilidad para muchos, ya que para mí personalmente, en mi vida, ha tenido una importancia enorme.

Con amor, Alexiis